El cono de Apolonio de Francisco Treceño


 Artículo y foto de Luis Cejudo Palmero.

 Hay un artesano de la madera en Casasola de Arión que tornea conos de Apolonio.

 Casasola de Arión es un pueblo de poco más de trescientos habitantes situado al oeste de la provincia de Valladolid, limítrofe con la de Zamora, a cuya diócesis perteneció. La plaga de la filoxera terminó con sus viñedos a finales del siglo XIX y sólo el auge de la construcción de aventadoras a mediados del siglo XX permitió que el pueblo viviera un efímero auge económico, el último. Entre 1960 y 1970 el avance tecnológico hizo desaparecer las aventadoras, lo que produjo que las gentes de Casasola emigraran a la ciudad de forma generalizada, reduciéndole a lo que hoy es, un pueblo pequeño que sobrevive gracias a la agricultura.

 Al forastero, que soy yo, lo reciben con curiosidad y simpatía. Los que van a pie le saludan a viva voz y los que se trasladan en coche alzando la mano. Enseguida me llama la atención el contenido de las placas colocadas en las esquinas de las calles que informan de su denominación. En una se hace referencia a dos fechas, 18 de de julio y 14 de Abril, y a un hombre ilustre del pueblo, el Dr. José Palencia Valverde, de quien sólo sé que fue médico de Casasola. Obviamente debió ser de los buenos, querido entonces y ahora recordado. Encuentro otra placa en la que conviven los nombres del General Sanjurjo, famoso general golpista, con Fernando de los Ríos, no menos famoso dirigente socialista, y Constitución. No se dice a cuál de las múltiples constituciones que hemos tenido en este país se refiere, aunque es de suponer que es la que hoy está en vigor. Pienso, y como forastero probablemente esté equivocado, que se trata de un intento de que un texto constitucional sea capaz de dar cobijo a ambos, defensores de pareceres irreconciliables. Me cuenta Treceño que se trata de una corriente que nació en Peñafiel y que pretende mostrar en las placas junto con el nombre actual, en mayúscula, los diferentes nombres que cada calle ha tenido a lo largo de la Historia. A mí no me parece mala idea.

 Compro el Norte de Castilla en el supermercado del pueblo, y la señora que me atiende celebra que sea el periódico que ando buscando, pues es el único que allí llega. Observo que todos hablan un perfecto castellano, sin fisuras, entonaciones ni contracciones que aporten sonidos diferentes a las letras que conforman las palabras. Estoy en Valladolid.

 Nicolás Varela, un vecino con el que entablo conversación, señala una construcción que albergó una fábrica de material bélico que nutría de armas al ejército de Franco durante la última guerra civil.

 A menos de cien metros de aquel lugar, ocupando una construcción donde en su día se encontraba una fábrica de aventadoras llamada “VILLAR SIN RIVAL, cuyo rótulo sobrevive aunque apenas hoy es perceptible desde el exterior, se encuentra el taller donde Francisco Treceño tornea conos de Apolonio.

Dejo aquí el enlace para leer todo el artículo completo: El cono de Apolonio.

2 comentarios:

  1. Agradezco tu comentario en mi blog y celebro que te haya gustado y que te haya sido útil. También lo fue para mí conocer a Francisco Treceño. Es una de esas personas que cuando observas su trabajo y miras su rastro, te hace ser mejor, te enriquece. Y de alguna manera, ¿no es eso lo que todos vamos buscando? Un abrazo.
    Luis Cejudo Palmero

  2. Sin duda Luis, es lo que, al menos yo, voy buscando.
    Sigue escribiendo porque es un placer leerte, se sigue la historia como si te estuviera pasando a ti mismo.
    Saludos

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